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El artista y su época.

 Santiago Chierico y la escultura pública como símbolo de un momento de nuestra historia.

Sergio Laurenza

Profesor en historia

 





El 27 de agosto de 1944 con la presencia del presidente Edelmiro Farrell se presentaba en la Plaza de San Justo oficialmente la Estatua del Libertador General San Martín. Detrás de las fanfarrias y los discursos estaba la obra y su autor, el escultor Santiago Chierico, sin duda para la ciudad, era un gran orgullo tener este monumento de las manos de este gran artista.

Dos años después Ramos Mejía verá emplazada la escultura de Domingo F. Sarmiento y su madre en la plaza que lleva su nombre, ambos mirando a la estación del tren y dándole la espalda a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Nuevamente el artista dejaba una obra en nuestro distrito.

¿Pero quién es este escultor?

Nacido en Tolosa, cerca de La Plata, el 6 de julio de 1891, se inicia como escultor a los 16 años. En 1920, fecha en que ingresó al Salón Nacional, se abocado a la estatuaria, alternó ambas actividades en una importante labor autodidacta que lo llevó a ocupar en 1948 el cargo de Jefe de Taller, Sección Escultura, de la Academia de Bellas Artes, en la Universidad de Tucumán. Obtuvo varias recompensas, entre ellas: Premio Adquisición, La Plata en 1922 y 1930; Segundo Premio El Círculo, La Plata, 1926; Premio Estímulo, Salón Nacional, 1931; Segundo Premio Municipal, 1935; Tercera Medalla, Salón de Rosario, 1936; Primeros Premios: Comisión de Cultura y Adquisición Municipal, 1940; Patagonia, 1941; Comisión de Cultura, Rosario y San Fernando, 1942; Tandil, 1943.

Chierico es el arte detrás de las obras arquitectónicas monumentalistas de Francisco Salamone en la Provincia de Buenos Aires, suyos son los inmensos cristos de Saldungaray y Laprida, es El quién esculpió la Virgen de La Medalla Milagrosa, de 5 metros de altura emplazada en lo más alto de la cúpula central dominando el horizonte de Parque Chacabuco, es el autor de “la cautiva” que nos desafía en avenida Rivadavia desde la plazoleta Bellini en Floresta.



Chierico (segundo a la derecha) en su estudio de Mataderos.

Este prolífico artista es uno de los grandes representantes de su época, en donde el poder buscaba significarse en un conjunto de símbolos que reafirmaran su carácter. El Estado fuerte, católico y agroexportador, sostenido por su ejército y sus héroes inmortales en el bronce.

Las ideas del Estado conservador de los años 30 y 40 que Manuel Fresco representara tan bien en la Provincia de Buenos Aires o los intendentes en La Matanza como Don Luis Satragno o Don Agustín D’Elia, propietarios y hacendados. Un país en dónde muy lejos habían quedado las luces populares del Yrigoyenismo y dónde aun todavía faltará un tiempo para la emergencia de las nuevas clases populares de la mano del peronismo.

Un joven Chierico escribía en 1929 para una revista de arte: “…en las obras de arte plástico se enuncian ideas y se expresan sentimientos, susceptibles de alcanzar las formas supremas de la claridad; que no pueden ser sino la de una realización perfecta”






Este joven Santiago Chierico que nos hablaba de la expresión de sentimientos, de la búsqueda de la belleza y la perfección nos hace pensar que,  el artista debe ser rescatado de las circunstancias de su época, su obra, trascendente y bella hoy nos observa desde nuestras plazas, Iglesias y cementerios, en los mismos lugares donde disfrutamos el sol de primavera y nos manifestamos para festejar o lo hacemos buscando la claridad de las ideas y el camino de la justicia. Don Santiago murió en Buenos Aires en junio de 1974, en un país muy distinto.


                                                   El Cristo del cementerio de Laprida (Bs.As.)

 

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