Santiago Chierico y la escultura pública como símbolo de un momento de nuestra historia.
Sergio Laurenza
Profesor en historia
Dos años después
Ramos Mejía verá emplazada la escultura de Domingo F. Sarmiento y su madre en
la plaza que lleva su nombre, ambos mirando a la estación del tren y dándole la
espalda a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Nuevamente el artista
dejaba una obra en nuestro distrito.
¿Pero quién es
este escultor?
Nacido en
Tolosa, cerca de La Plata, el 6 de julio de 1891, se inicia como escultor a los
16 años. En 1920, fecha en que ingresó al Salón Nacional, se abocado a
la estatuaria, alternó ambas actividades en una importante labor autodidacta
que lo llevó a ocupar en 1948 el cargo de Jefe de Taller, Sección Escultura, de
la Academia de Bellas Artes, en la Universidad de Tucumán. Obtuvo varias
recompensas, entre ellas: Premio Adquisición, La Plata en 1922 y 1930; Segundo
Premio El Círculo, La Plata, 1926; Premio Estímulo, Salón Nacional, 1931;
Segundo Premio Municipal, 1935; Tercera Medalla, Salón de Rosario, 1936;
Primeros Premios: Comisión de Cultura y Adquisición Municipal, 1940; Patagonia,
1941; Comisión de Cultura, Rosario y San Fernando, 1942; Tandil, 1943.
Chierico es el
arte detrás de las obras arquitectónicas monumentalistas de Francisco Salamone
en la Provincia de Buenos Aires, suyos son los inmensos cristos de Saldungaray y
Laprida, es El quién esculpió la Virgen de La Medalla Milagrosa, de 5 metros de
altura emplazada en lo más alto de la cúpula central dominando el horizonte de
Parque Chacabuco, es el autor de “la cautiva” que nos desafía en avenida
Rivadavia desde la plazoleta Bellini en Floresta.
Este prolífico artista es uno de los grandes representantes de su época, en donde el poder buscaba significarse en un conjunto de símbolos que reafirmaran su carácter. El Estado fuerte, católico y agroexportador, sostenido por su ejército y sus héroes inmortales en el bronce.
Las ideas del
Estado conservador de los años 30 y 40 que Manuel Fresco representara tan bien
en la Provincia de Buenos Aires o los intendentes en La Matanza como Don Luis
Satragno o Don Agustín D’Elia, propietarios y hacendados. Un país en dónde muy
lejos habían quedado las luces populares del Yrigoyenismo y dónde aun todavía
faltará un tiempo para la emergencia de las nuevas clases populares de la mano
del peronismo.
Un joven Chierico
escribía en 1929 para una revista de arte: “…en las obras de arte plástico se
enuncian ideas y se expresan sentimientos, susceptibles de alcanzar las formas
supremas de la claridad; que no pueden ser sino la de una realización perfecta”
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